martes, 8 de septiembre de 2009

EL ARTE DE COMUNICARNOS

"Y es que resulta tan negativo tratar de imponer nuestro criterio... como actuar a la defensiva, reaccionando agresivamente, cuando nos sentimos atacados o avasallados injustamente"

Últimamente he tenido el regalo de compartir con buenos amigos... y pensaba que, en muchos de ellos, resalta la necesidad que tenemos los seres humanos de expresar nuestras ideas y mostrar lo que sabemos, basados en las experiencias que hemos tenido, en lo que hemos leído o escuchado. Es así como un sencillo proceso de comunicación, que podría enriquecernos como personas y, por supuesto, fortalecer la relación con los demás, tiene un aspecto negativo, que aparece en el momento en que no nos conformamos sólo con ser escuchados, y comenzamos a hacer presión, elevando el tono de la voz, invalidando o rechazando el punto de vista o el argumento de las otras personas, negando que también tienen la posibilidad de tener razón o de estar mejor informadas que nosotros, y terminamos manipulando la conversación, para lograr que nos den la razón o que piensen como creemos que deben hacerlo.

Es importante reconocer nuestros comportamientos y actitudes equivocadas, evitando justificarnos o defendernos cada vez que una persona cercana nos hace una observación, pues, de lo contrario, no conseguiremos estar conscientes y reconocer la situación, mucho menos cambiarla antes de que sea demasiado tarde y afectemos nuestras relaciones personales, al terminar convencidos de que son los otros y no nosotros, los que tienen un problema por resolver.

Y es que resulta tan negativo tratar de imponer nuestro criterio al atacar, presionar o querer mostrarles a otros que no tienen el conocimiento, la experiencia o la razón, como actuar a la defensiva, reaccionando agresivamente, cuando nos sentimos atacados o avasallados injustamente.

Deberíamos grabar, un día cualquiera, una conversación casual con la pareja, con los hijos, hermanos, amigos o compañeros de trabajo, para sorprendernos al descubrir las palabras que usamos, el tono emocional que las acompaña o la intención un tanto agresiva que se ve reflejada en nuestros comentarios y actitudes. Podremos justificarnos y decir que son producto del estrés, de los asuntos pendientes o, simplemente, de la tensión que nos causaba la situación que vivimos en ese momento. Pero lo cierto es que lo que dijimos, hicimos y sentimos nos muestra una parte de nosotros que debemos sanar y transformar. No somos culpables de nuestra forma aprendida de reaccionar, sobre todo cuando estamos bajo cierta presión, pero sí somos responsables, una vez que nos hacemos conscientes, de cambiarla.

No es verdad que somos felices y estamos bien si la mayor parte del tiempo tenemos y sentimos pensamientos y emociones negativas, y mucho menos si a través de ellos herimos o alejamos a las personas que queremos. La mayor parte del tiempo somos movidos por las emociones y por los viejos hábitos y creencias que guardamos desde la infancia...

Busquemos la forma de sanar, de recuperar nuestro equilibrio, sacando la ira y el dolor de nuestras vidas, para experimentar y proyectar la paz, la serenidad, la paciencia, la tolerancia y la comprensión que nos permita acercarnos a otros para compartir e intercambiar con respeto y aprecio nuestros diferentes puntos de vista, experiencias y conocimiento.

¡Todos necesitamos disfrutar de un contacto más humano, considerado y sensible... comencemos a construirlo y a ganarlo!

CLAVES para comunicarse mejor


"Reconocer nuestros errores, y estar dispuestos a corregirlos, nos madura, nos hace crecer, y nos da la oportunidad de enderezar el rumbo de nuestra vida. deja de justificar lo que está mal"

Escúchate. Cuando en medio de una conversación comiences a sentirte alterado, revisa tus palabras, el tono que estás usando y el modo como atropellas y te impones. Toma conciencia de tu forma de reaccionar. Pregúntate si escuchas con respeto y atención o si, por el contrario, sólo piensas en cómo rebatir los argumentos o las ideas del otro, sin abrirte a la posibilidad de que alguien más, aparte de ti, pueda tener algo de razón.

Suavízate. Piensa por un momento qué ocurriría si contrario a lo que siempre haces, cambiaras la expresión de tu rostro, dibujaras una sonrisa y en lugar de usar el aire de superioridad, el grito o el sarcasmo para responderle a tu interlocutor, pasaras a decir: "déjame pensarlo", "puede que tengas razón", "no había pensado en eso" o "cuéntame un poco más, no lo había escuchado"…

Asume la respondabilidad de lo que dices o haces. Es importante que dejes de buscar culpables por lo que te pasa y comiences a hacerte responsable de tus comentarios y actitudes. Recuerda que sólo así puedes cambiar tus circunstancias y mejorar la relación con los demás. Elige cambiar de actitud y aprender de tus errores, para que no vuelvas a repetirlos con consecuencias mayores.

Evita reaccionar. Tómate unos minutos para pensar antes de reaccionar empujado por las emociones negativas. El que se altera y discute pierde el control, y también la razón. Si tu compañero de conversación es agresivo y dominante, no reacciones, no lo agredas, no trates de razonar con él para que entre en razón, ya que en ese estado alterado no podrá escucharte. Dale la razón y aléjate. Si es una persona querida, busca el momento en que ambos estén tranquilos y, sin juzgarla, habla del asunto con la intención de solucionarlo.

No te justifiques. Reconocer nuestras equivocaciones, y estar dispuestos a corregirlas, nos madura, nos hace crecer y nos da la oportunidad de enderezar el rumbo de nuestra vida. Deja de justificar lo que sabes que es una falta y está mal… Pide disculpas si fuese necesario, asumiendo el compromiso de hacer cuanto sea necesario para subsanarlo.

Escucha con interés y respeto. Apaga la mente mientras te concentras en atender a la otra persona, no la juzgues ni compares su información con la tuya. Simplemente, escucha, porque pudieras encontrar en sus comentarios, experiencia e ideas algo bueno que complemente lo que ya tienes. Además, en algún momento pudieras compartir y aportar la información que posees o tu punto de vista sobre el tema.

Disfruta de la comunicación. La conversación es un arte que se ejerce de tres maneras: La primera: escuchando, la segunda: escuchando con mucha atención, y la tercera: continuar escuchando con muchísima atención. Todos anhelamos contar con una persona que nos escuche sin censurarnos, juzgarnos, reprendernos, tratar de aconsejarnos o refutarnos, sólo queremos que nos escuchen con atención e interés, nada más. Por eso debería llamarse el arte de escuchar y comprender, más que el arte de conversar.

Cambia. No tienes que probarle a otros que sabes, tampoco necesitas convencer a nadie, ¡relájate! Habla con la intención de compartir, y guarda silencio, haciendo pausas respetuosas en tu conversación, para permitirles a otros expresar su opinión. Si tienes hijos grandes, no te pierdas el regalo maravilloso de escucharlos sin corregirlos y querer mostrarles que todavía sabes más que ellos… Refuerza la confianza en ellos con frases de cariño y reconocimiento.

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