A 45 años de creada, continúa en su trono. Los reconocidos fotógrafos Dumont & Regalado, Fran Beaufrand, Guillermo Felizola y Aníbal Mestre ofrecen una mirada a una prenda femeninamente retadora
Nunca más las niñas vistieron como sus madres. Mary Quant lo decretó en 1964, durante el verano londinense. Se había creado una prenda informal, pensada estrictamente para jóvenes adolescentes. Si para entonces ya los pantalones eran de uso femenino, ellas iban por más. Como consecuencia de tanto ímpetu, la minifalda pasó a ser un símbolo de una (verdadera) revolución; sin bigotes, aunque sí con faldas. Un desenfado que en las piernas de la modelo Twiggy cobró matices ideológicos. Si los derechistas le atribuyeron razones para que la izquierda mostrara su anarquía, los de izquierda argumentaron que la diminuta prenda representaba la caída de los partidos conservadores. La polémica fue más allá. Si bien la mujer se liberaba de patrones poco audaces, sobró quien dijera que ahora esa misma mujer mutaba en una pieza decorativa más. A cuatro décadas y media de su debut formal, hoy lo que no se le niega a la mini es que ha pasado a ser un clásico del guardarropa. Y tanto ayer como en el milenio que corre, luce como una justificación cuando las chicas quieren desnudar parte de sus verdades.
Un riesgo Nosotros resaltamos tres valores en los que se fundamenta la minifalda como pieza revolucionaria de la moda. Primero, transpira modernidad; luego, plantea un desafío para cualquier mujer que pretenda pasar por emancipada, y, tercero, lucirla es invocar la feminidad, pero una feminidad en alta escala. La prenda, impuesta hace 45 años, sigue vigente porque, distinto a otros discursos efímeros, nació como parte de un discurso feminista, y eso la convirtió en filosofía de vida de una mujer dueña (y especialmente consciente) de sí misma. Así que, a pesar de las revisiones que se han hecho en torno a ella, el concepto no se ha transformado. Es todo un reto cuando nos toca trabajarla fotográficamente, porque la minifalda, más que exhibir, reclama elegancia y refinamiento si se quiere estar paradójicamente a su altura. Y sucede con las mujeres venezolanas que, sabiéndose dueñas de la sinuosidad de sus cuerpos, optan por mostrar sin reparar, a veces, en que para no hacer de la mini una amenaza debe asumirse siempre como un riesgo controlado. |
Una conquista DEL SIGLO XX La minifalda develó las piernas y esa fue una gran conquista en el juego de la seducción. Esta pequeña prenda acortó la distancia entre la imaginación y el cuerpo femenino, permitiendo mostrar una nueva imagen de la mujer y de sus triunfos, acorde con los nuevos ideales de belleza. La minifalda llegó para quedarse como una conquista del siglo XX. Es un acto de rebeldía que se consolida con la liberación femenina, y se corresponde perfectamente con la nueva estética de cuerpos delgados, atléticos y semidesnudos que protagonizan la moda y la publicidad desde entonces. Es un símbolo asociado a la juventud y a la frescura, que cada generación se ocupa en demostrar, pero que sólo funciona cuando la belleza está en su apogeo. -Fran Beaufrand |
Patrimonio |
Aprovechamiento |
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