a soltar, poco a poco y sin miedo,
a nuestros hijos, para que aprendan
a enfrentar y a resolver las situaciones
que se les presenten"
Hace unos días mi decidio una amiga dejar viajar a su hija a sola al exterior por unos meses. su "bebé", que ha sido protegida por ella y por toda la familia, estaba a punto de volar de su nido. Inmediatamente comenzó un proceso
de hacer preguntas para asegurarse de que había tomado la decisión correcta: ¿Será un error dejarla ir sola?, ¿debimos mudarnos y vivir con ella durante esos meses?, ¿quién la cuidará y la protegerá de los peligros de la vida?, ¿quién
le organizará sus cosas y le preparará la comida?... Sabemos que mentalmente podemos aceptarlo y hasta considerarlo muy positivo, pero en el corazón
lo vivimos con cierta dificultad.
Por eso, son muchos los interrogantes y los miedos que nos agobian como padres
al momento de soltar a nuestros hijos; sin embargo, al final, su esposo y ella decidio que tiene que aprender a volar, y que esta es su oportunidad para madurar,
ganar autonomía, y para ir por sus sueños, a pesar del deseo de mantenerla
a su lado.
La mayoría de los padres piensan que con una buena educación académica aseguran el porvenir de sus hijos, pero esto es una verdad a medias. Muchos jóvenes ya graduados salen a la vida ilusionados, creyendo que están listos para conquistar el mundo; pero, inexplicablemente, y sin saber cómo, se encuentran
no sólo atrapados en un trabajo que no les gusta... sino también divorciados,
sin motivación y frustrados.
La sobreprotección excesiva a nuestros hijos, y el deseo muy natural de evitar que pasen por las mismassituaciones de limitación y carencias que experimentamos nosotros durante la niñez, hacen que, sin querer, los convirtamos en personas inseguras, cómodas e incapaces de asumir el control de su vida adulta. Darles espacio desde pequeños para participar en la solución de ciertas situaciones familiares, para tomar algunas decisiones y para asumir responsabilidades de acuerdo a su edad y capacidad, les permitirá estar mejor preparados para autoconducirse y conseguir sus metas cuando llegue el momento.
La educación académica, por excelente que ésta sea, no es garantía absoluta de la felicidad o el éxito que una persona tenga en la vida. Para complementarla, hace falta la educación recibida en casa, donde a través del amor, la comunicación y el ejemplo se transmiten valores, herramientas y vivencias importantes para el desarrollo y la formación de nuestros hijos.
La salud mental, física y espiritual no dependen de un titulo universitario solamente. Un académico puede explicar por qué la economía del país puede ir bien o mal pero, tal vez no esté del todo preparado para hacer un buen negocio o para ganarse la vida como lo hace una persona emprendedora y recursiva.
Hay padres que siempre están muy preocupados por las notas y el promedio de sus hijos, invierten cantidades de dinero en colegios privados y costosas universidades, pero no saben o no son capaces de reconocer la importancia que tiene compartir con ellos las cosas realmente importantes de la vida que sólo se aprenden con el contacto directo, cariñoso y cotidiano.
Todos recibimos tres clases de educación: la de nuestros padres, la de la escuela y la de la vida.
El ejemplo diario les muestra cómo enfrentamos y resolvemos nuestros problemas, cómo tratamos a nuestra pareja, cómo hablamos de nuestros amigos, cómo pensamos, cómo aplicamos nuestros valores, cómo superamos nuestras debilidades, cómo reaccionamos a las circunstancias difíciles, cómo los tratamos a ellos y a sus hermanos… y esto los marcará positiva o negativamente de por vida, dándoles herramientas o limitaciones para el futuro.
Un tigre aprende viendo cazar a sus padres y luego cazando en el bosque por sí mismo, bajo la vigilancia de sus padres. Por eso debemos aprender de la naturaleza a soltar, poco a poco y sin miedo, a nuestros hijos, para que aprendan a enfrentar y a resolver las situaciones que se les presenten en la vida, mientras todavía estamos a su lado para apoyarlos.
¿ÁGUILA
o gallina?
'Un día un campesino encontró
un pichón de águila en la montaña. Como este aguilucho era muy alegre y vivaracho se encariñó
con él y lo crió en un patio con
las demás gallinas. A medida
que crecía, le cortaba las alas
y estaba pendiente de él. Le daba comida y le cortaba las uñas de
las garras para que pudiera escarbar y comer insectos como
los demás animales del corral.
Esta águila se volvió famosa.
Un día vino a visitar al
campesino un naturalista
que le dijo:
-'¿Qué hace esa águila que nació para volar en las alturas y erguirse en las montañas, amarrada, picoteando tierra y escarbando la basura como una gallina?'.
-'Bueno, es que siempre la he alimentado, le he dado cobijo y si la suelto se puede perder en las alturas, no la volvería a ver, se morirá de hambre y, a lo mejor, la atacarían las demás águilas con sus afilados picos y terribles garras. Prefiero que siga aquí en el corral, como si fuera una gallina'. El naturalista lo miró con seguridad
y le dijo apasionadamente:
-'Ella es un águila y su naturaleza es volar y cazar, para eso nació. Tal vez no pueda volar en este momento, pero ella tiene dentro de su pecho y en los ojos, la dirección del Sol y el llamado de las alturas. Confía en ella y déjala volar, permítele vivir su propia vida'.
Una mañana, salieron los dos muy temprano, rumbo a la montaña. Cuando llegaron a la cumbre, el sol nacía, y agarrando al águila con firmeza, con sus ojos ante el sol, la lanzó al abismo. El águila dudo, pero inmediatamente sintió el llamado de las alturas y torpemente movió sus alas. Poco a poco adquirió firmeza y altura, y se fue perdiendo en un vuelo pleno y cada vez más seguro en el azul del infinito cielo.
El campesino, con lágrimas en los ojos, dejó ir a su pequeña mascota. Al verlo, su compañero le dijo:
-'Tú has perdido a tu gallina, pero ella ha recuperado su vida. Será una imponente águila que adornará las alturas con su espectacular presencia'".
Déjalos VOLAR
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Toma la decisión. Si se presenta la oportunidad de que tus hijos quieran hacer algo por sí solos, evalúa con cabeza fría las posibilidades, deja los miedos a un lado y piensa en lo que pueden ganar si tú los apoyas
a conseguirlo.
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Confía. Todo es para bien, recuerda que la vida nos protege y siempre conspira para que todo salga de la mejor manera. Además, dentro de ellos se encuentran los valores y las herramientas que les has dado para afrontar la vida de manera exitosa.
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Anímalos. En ningún momento los desanimes o les siembres el miedo. Déjalos ir con una sonrisa y con palabras que les muestren la confianza
y la seguridad que tienes de que serán capaces de salir adelante. Analiza con ellos todas las posibilidades que se les puedan presentar y dales tus sugerencias.
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Crea un Plan B. Deja siempre una puerta abierta por si ellos necesitan ayuda y bríndales tu apoyo sin juicios o recriminaciones. Ten siempre una persona a quien acudir en caso de que algo no marche bien y nunca lo consideres un fracaso. Enséñalos a verlo como una experiencia que les servirá
a ellos y a ustedes como padres.
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