Mundo, Notitweets, (Salud).- Partiendo de la idea de que las dificultades para conciliar el sueño, permanecer dormido, mojar la cama o despertarse temprano por las mañanas son comunes a todos los niños, no podemos dejar a un lado que la hora de irse a dormir puede ser un momento especialmente difícil y estresante para los niños con Trastornos del Espectro del Autismo (TEA) y para sus familias, dado que estos muestran una mayor vulnerabilidad a presentar alteraciones en el patrón de sueño.
Negarse a ir a dormir, tener rabietas, aceptar sólo determinados hábitos, rutinas e incluso sólo determinados objetos (pijama, sábanas, almohadas, etc.) pueden ser algunas de las situaciones con las que nos podemos encontrar.
Para ayudarles a dormir mejor es importante crearles hábitos de sueño y aprender a manejarlos desde que los niños son pequeños, siendo incluso necesario hacer cambios en el entorno, la forma de dirigirnos a ellos y la manera de explicarles y anticiparles que ya es la hora de irse a dormir.
Los beneficios de una buena noche
Está comprobado que un correcto descanso beneficia la capacidad de aprendizaje, de atención, de memoria, de relación social, el buen humor, el bienestar emocional, etc. así como el desarrollo físico, del sistema inmunológico y la recuperación de la energía gastada durante la vigilia.
También debemos tener en cuenta que todos los niños en edad escolar necesitan aproximadamente entre 10 y 13 horas de sueño diario, teniendo siempre en cuenta que el número de horas que cada uno necesita varía en cada caso, destacando que muchos niños con TEA parecen necesitar menos.
Y, tras estas premisas, ¿qué podemos hacer? Primero hay que recordar que a dormir también se aprende, lo que implica que lo podemos enseñar y mejorar. Para ello recomendamos las siguientes estrategias:
Establecer una rutina consistente antes de acostarse y un “ritual del sueño” estable. Los niños con TEA, debido a sus dificultades de flexibilización y de anticipación, necesitan que les ofrezcamos seguridad en cada momento del día, la cual consiste en favorecer su comprensión de la situación y su capacidad de entender y anticipar qué es lo que va a suceder después, y esto lo podemos lograr gracias a esta rutina estable. Un ejemplo podría ser el siguiente: dejar de jugar, bañarse, ponerse el pijama, cenar, lavarse los dientes, , realizar actividad relajante (darles un masaje, cantarles una canción, leer con ello un cuento, recordar lo que se ha hecho durante el día, abrazos, besos…) y acostarse.
Por otro lado, la utilización de apoyos visuales, como pictogramas o fotografías, es muy adecuado en estos momentos, al igual que establecer una asociación clara entre la cama y la conducta de dormir, es decir, la cama es el lugar para dormir, no para jugar, comer, etc. y debe ser siempre la misma, al igual que la hora de acostarse, que se irá modificando en función de la edad.
Así mismo, es necesario adaptar las condiciones del entorno a las necesidades del niño pues, algunas personas con autismo presentan hipersensibilidad ante determinados estímulos (colores, temperaturas, texturas, intensidad de luz, sonidos, etc.) que pueden interferir en el momento del sueño.
Otro aspecto importante es que hay que buscar que la hora de ir a dormir sea algo positivo y agradable, por lo que es bueno mantener una actitud positiva, tranquila, de paciencia, constancia y calma.
Finalmente, cuando exista un trastorno grave del sueño es buena idea realizar un registro durante un par de semanas para averiguar si existe alguna causa externa que explique esas dificultades y, si es necesario, debemos recurrir a profesionales que establezcan un plan individualizado dentro de su tratamiento, siendo incluso en algunos casos necesario revisar o establecer un tratamiento farmacológico, de medicina natural o el empleo de técnicas de relajación.
Con información cortesía de El Diario NY